sábado, 1 de enero de 2011

El Principio Exobiológico (o Astrobiológico)

El Principio Exobiológico

(o Astrobiológico)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

http://identidadexopolítica.blogspot.com/;
La Tierra; ≈19ºᵩN, 99ºλW; 2009.


“La posibilidad de vida en otros astros, fuera de nuestro planeta”, ese es el principio de la Exobiología.  En este caso, entendiendo la vida como una forma orgánica capaz de replicarse (sin que implique considerar la forma de vida como vida inteligente).

La simple y elemental consideración de la unidad material del mundo; es decir, que de lo que está hecha la Tierra está hecho todo el Universo; preestablece tal posibilidad.

Pero la misma lo ha de ser, a la vez –por lo menos así se consideró durante mucho tiempo–, bajo una serie de determinadas condiciones, que no podían ser sino la proyección de las características mismas de la Tierra; lo cual implicaba, en principio, encontrar una estrella semejante al Sol, con un planeta de masa y distancia semejante a la de la Tierra respecto al Sol; y que luego los demás factores quedarán dados casi por naturaleza, y con ello la posibilidad real de vida.  Fue, una vez más, una forma de nuestro geocentrismo natural, que no se supera sino con el avance del conocimiento.

Hasta donde recordamos, la Exobiología se introduce en los Libros de Texto escolares hacia los años sesenta-setenta del siglo XX, en mucho, así lo creemos, pues porque por algún lado lógico había que empezar los trabajos del proyecto de Búsqueda de Vida Extraterrestre Inteligente (SETI), que venía de fines de los años cincuenta.  Pero no fue sino hasta fecha relativamente muy reciente, en 1998, que la misma Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), fundó el Instituto de Astrobiología.

La razón de esto último estuvo ya en el descubrimiento en el mismo planeta Tierra, de formas de vida en condiciones extremas, que rompieron esas condicionantes “terramorfizadas” ideales.  Ahora sería posible encontrar vida en astros con condiciones mínimas para la misma, y entre ellas, básicamente ya, sólo agua.

Y el procedimiento de demostración de lo anterior, entonces, ha ocurrido de manera inversa; es decir, no tanto por nuestra incursión en otros astros en su búsqueda, como por la presencia de esa vida extraterrestre en nuestro propio planeta.

Siendo la probabilidad de su existencia entonces, en alto grado posible, bastaba intentar rescatarla del objeto volador en que esa vida navegó por el espacio para finalmente aterrizar y revelarse entre nosotros: un aerolito impactado contra la Tierra, con las mayores garantías de no haberse contaminado en contacto con nuestro planeta.  Y esa oportunidad se dio, precisamente, con el aerolito rescatado en la Antártica en 1984, encontrándose en él, efectivamente, rastros de formas que en su momento constituyó vida (y este es sólo un ejemplo; otro más reciente, del año 2000, es el del meteorito del Lago Tagish, en Canadá, de una antigüedad mayor a la del mismo Sistema Solar, en el que se encontró ácido fórmico); lo que corrobora, finalmente, la validez del experimento de Sanley y Miller de los años cincuenta, mediante el cual se generaron formas orgánicas de aminoácidos en un coacervado de agua, hidrógeno, metano y amoniaco, recibiendo descargas eléctricas a manera de relámpagos, que simulaba las características de nuestra atmósfera primitiva.



Dr. Carlton Allen; The Meteoritical Society, NASA;
(las imágenes de la NASA se consideran públicas, y se hace con fines educativos para la materia de Exopolítica en la Maestría de Relaciones Internacionales de la Universidad Internacional “José Vasconcelos”; Cuernavaca, Mor; México, bajo la responsabilidad del autor de este Blog)


Hoy, ya en el siglo XXI, la ciencia no tiene dudas de la existencia de vida fuera de la Tierra, su rastro ha sido hallado incluso en los cometas, no obstante aún se carece de la demostración plena.

Pero el salto del reconocimiento de vida así sea microorgánica fuera de la Tierra, a que entre los miles de millones de estrellas haya algún otro planeta que albergue vida desarrollada  inteligente, no tiene y ninguna dificultad.  Debe haber, también, vida inteligente, tanto o más inteligente que la nuestra.  Luego de cincuenta años de búsqueda, aún no la hemos encontrado.  Nuestro intento de comunicación apenas alcanza hoy en día, un radio de 50 años-luz de distancia; y hasta ahora, ello sólo se ha intentado en una sola dirección.

Pero fue ese salto, precisamente, lo que de manera natural diera lugar al nacimiento de la Exopolítica (quizá, guardando las analogías, también “Astropolítica”), relativa ésta al conocimiento de vida evolucionada hasta formas de vida inteligente y a nuestra comunicación y relación con ella; tal como el proyecto SETI lo ha intentado desde hace ya medio siglo.

De manera estadística, finalmente, podemos establecer con razonado fundamento, que es más probable que exista vida, incluso inteligente, en el Universo, a que nosotros seamos un caso único en un planeta único, en una única estrella en el brazo de una sola galaxia, entre miles de millones de estrellas en esta misma galaxia, en miles de millones de galaxias.  Pero el radiotelescopio, el instrumento clave para la detección y comunicación entre posibles civilizaciones, viene apenas de la época de la II Guerra Mundial, en consecuencia, de no hace más de unos 65 años.  Lo que, en años-luz, equivale a considerar que apenas estaríamos en posibilidad de ser captados en nuestras emisiones, por no más de una decena de posibles sistemas planetarios de estrellas en nuestra proximidad.



Fuente: Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA)
Imágenes del Hobble.

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