sábado, 1 de enero de 2011

La Teoría del Humanismo (1/3)


La Teoría del Humanismo (1/3)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

http://identidadexopolitica.blogspot.com/;
 La Tierra; ≈19ºᵩN,99ºλW; sep 09.

Orígenes del Humanismo.

Empecemos reflexionando en el hecho de que, cuanto más nos remontamos en la historia hasta los orígenes de la humanidad, más nos vamos dando cuenta de la pérdida de la condición humana del ser humano, hasta que ésta se pierde totalmente fundido con la naturaleza en calidad de cualquier otra especie animal, y en esa misma condición.

No es pues casual, el que la primera forma de la filosofía entre los griegos, el hilozoísmo, no separase al ser humano como algo distinto a la naturaleza.  La filosofía presocrática fue exclusivamente una “Filosofía de la Naturaleza”, y el ser humano estaba en ella como un elemento más de la misma.

Fue con Sócrates, entonces, que el pensamiento humano empieza a separar de la naturaleza el fenómeno de lo relativo al ser humano.  La célebre frase de éste: “Conócete a ti mismo”, como una forma de expresar: <<distingámonos de lo demás>>; o algo más fino quizá en: <<no confundamos más nuestra identidad>>, expresaba claramente esa intención.

En el Diálogo de Platón Alcibíades, Sócrates pregunta a Alcibiades qué es el hombre, a lo que éste responde que no lo sabe; mas Sócrates, diciéndole: ”pero tu sabes que es algo que se sirve del cuerpo”, le induce entonces a reconocer que el hombre es el alma, dicotomía de lo racional (donde reside lo divino según Sócrates) y lo espiritual.  Así, conociendo lo racional, se conocerá mejor el alma, y conociendo el alma, se conocerá el hombre a sí mismo.  Platón ha mostrado con ello la preocupación por el ser humano, pero sin responder a qué es precisamente el ser humano, que no sea apenas haber establecido por toda respuesta una metonimia*: el ser humano es el alma.

Contemporáneo de Sócrates en el siglo V ane, fue Protágoras, al cual se debe la frase: “El hombre es la medida de todas las cosas”, base de toda reflexión de la escuela de los sofistas, que si bien pone al hombre en el centro, es claro que más que por una reflexión acerca del mismo, ello está principalmente enunciado como sistema de referencia, es decir, que toda reflexión filosófica, tendrá ahora como referencia ya no a la naturaleza, sino al ser humano.

Mas debemos dejar claro que hay aquí dos objetos de estudio distintos: uno, el del ser humano como algo distinto a la naturaleza; y otro, el que tal simple distinción pudiera ser ya de por sí una reflexión –y de hecho a ello conduce necesariamente– acerca de qué es el ser humano.  Desde Sócrates, pasando por Protágoras, por Platón y hasta Aristóteles quien ya escribe no sólo una Política, sino una Ética, bien pudiera pensarse que se avanza en esa reflexión.  Sin embargo, el problema real de qué es el ser humano, no se podrá plantear con toda su crudeza, sino hasta quince siglos después, en el momento del Renacimiento.

Aun a Aristóteles le hubiera sido del todo imposible deslindarlo sumido en la creencia de la primacía de un Zeus o un Logos entendido como Dios metafísico; y aun por más heraclitiano que fuese dicho Logos, en tanto independiente éste del ser humano, o peor aun, del ser humano subordinado a aquel, difícilmente podría ser una reflexión acerca del ser humano como tal.

Después de Aristóteles vino la descomposición de las escuelas socráticas y surgieron los filósofos de Cirene, los cirenaicos, y los de la Plaza del Cánido, los llamados por ello como los cínicos, y nada relevante se aportó ya.  Demos pues un salto hasta el Renacimiento, y desde ahí consideremos lo que respecto del Humanismo, significó la Edad Media que le antecedió.

Así, en el proceso del movimiento renacentista que se puede considerar en sus orígenes más remotos hasta los ss.VIII-IX, cuando por un lado se refundan las escuelas en la llamada Escuela Palatina (“Escuela de Palacio”) por órdenes de Carlomagno (742-814); Emperador a partir del año 800 del Sacro Imperio Romano Germánico; y por otro lado, cuando Juan Escoto Eriugena (810-877), interviene entre los escolastas Gottschalk (819-868), que de una parte, afirmaba que había una doble predestinación*, o sea, un doble mandato divino, uno de las cuales era para los elegidos; e Hincmaro (776-856) y Maure (780-856), los cuales por su lado, afirmaban una única predestinación común; donde Eriugena, si bien coincidente con estos últimos, da aparte, una solución especial al problema teologal acerca de la predestinación (en el fondo, asociado al acto creativo de Dios), que se convierte en una nueva herejía; esto es, que la predestinación, es coincidente con la presencia divina misma sin que esta sea causa necesaria, sino libre determinación.

Lo anterior lo que quiere decir, es que Dios no está aparte, designando el destino de los seres fuera de Él, sino que el destino de éstos es el mismo que el Ser de Dios, dado que Dios está en todos ellos o ellos están o son en Dios, aun cuando ocurriendo todo ello libremente, sin que Dios intervenga.

Ello ocurre algo así como que Dios “crece”, se desborda a sí mismo, y genera los seres; los minerales serán los más alejados de Él y por lo tanto los más despreciables, luego estarán los seres biológicos –plantas y animales–, más cercanos a Dios, y finalmente estarán los seres humanos, entre Dios y la materia, unos humanos alejándose de él, otros esforzándose por acercársele.

A partir de aquí, es que se va a considerar realmente el surgimiento del problema de qué es el ser humano.

Ya antes, en el siglo IV, justo previo al comienzo de la Edad Media, el mismo problema se había planteado en cierto modo, pero en lo que constituyó la llamada primera herejía: la herejía arriana, por la cual se convocó al Concilio de Nicea del año 325, y de donde se estableció, argumentado por Atanasio, que Jesús no era el hombre divinizándose –supuesto de Arrio-, sino el hijo de Dios, la sustancia divina encarnada en él, humanizándose.  El dogma se estableció exponiendo que Dios descendió a los seres humanos, y no que los seres humanos en el ejemplo de Jesús, pudieran divinizarse.

A nuestro juicio el problema empieza cuando Juan Escoto Eriugena (o Erígena), pone en entredicho el planteamiento neoplatónico-escolasta; esa filosofía que pretende fundar el dogma en la razón; de la predestinación, donde dicha filosofía no da explicación al origen del mal; y plantea algo próximo al inmanentismo; la emanación del espíritu, del siglo III de Plotino (205-270); o sea, que Eriugena critica esa filosofía que pretende fundar el dogma en la razón, en la que, en tanto dogmática, cree que Dios está fuera del mundo natural, predestinándolo todo; cuando que dicho mundo material, había dicho Plotino, es resultado de la emanación del espíritu, de la Idea Absoluta, o sea de Dios; por lo cual, Dios no es mas que causa necesaria o predestinación; emanando o desbordándose a sí mismo (lo que en sí significa “inmanecia”); siendo así el destino mismo del ser humano; de donde Juan Escoto Eriugena expuso, con sutil diferencia de Plotino apenas perceptible, la idea del Ser Humano-Dios: Dios; emanando o desbordándose a sí mismo; es causa o predestinación, pero libremente dada, del ser humano.



* Metonimia es cuando por toda definición, en lugar de enunciar las propiedades esenciales de aquello que se quiere definir, lo que se aporta es apenas una comparación con otra cosa (como cuando pretendiendo definir al instrumento musical del violín, se dice que es “el rey de los instrumentos”); así aquí, el ser humano, es el alma.
* Filosóficamente se tiene por una parte, el Destino (al que el propio Zeus no puede gobernar), pero que a su vez, el cual entre los mortales, no es otra cosa que la conciencia de la necesidad, la conciencia o comprensión y compromiso, con aquello a lo que estamos obligados ineludiblemente.  De este modo, la predestinación viene a ser el mandato divino, que entre los mortales, es la ausencia de toda conciencia sobre los propios hechos, los que ocurren simplemente porque “así Dios lo quiso”.

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