sábado, 1 de enero de 2011

La Teoría del Humanismo (2/3)


La Teoría del Humanismo (2/3)

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri

"Identificados", Revista de  Exopolítica.

http://identidadexopolitica.blogspot.com/;

La Tierra: ≈19ºφN, 99ºλW; sep 09.



Humanismo renacentista ateísta, y

Surgimiento del humanismo cristiano.


La idea de Eriugena de que el Ser Humano es Dios mismo, no parece diferir de la inmanentista idea de Plotino de que el ser humano no es sino “Dios desbordado de sí”.  Pero cuando Juan Escoto Eriugena dice que el Ser Humano es Dios, aparece el materialismo panteísta (de pan, todo; teos, Dios; por lo cual el filósofo panteista decía estudiar ese inmanentismo, mas con ello lo que hacía era tan sólo eludir al Santo Oficio, para estudiar científicamente los fenómenos; en este caso, el qué es el Ser Humano), en el cual Dios desaparece como entidad metafísica; es decir, deja de existir como un ser “real” en un mundo sobrenatural denominado como el “Reino de los Cielos”, para convertirse en el ser humano mismo en el Reino de la Tierra.  El planteamiento de Eriugena, no es pues ya el inmanentismo, sino el ateismo.

Este desplazamiento de Dios para poner en el centro de la atención al ser humano, llevó poco a poco, con la formación misma de las universidades a partir del siglo XII, a la “glorificación” misma del propio ser humano; que con el güelfo* Dante Alighieri (1265-1321), no sólo se centra en la mujer misma, sino en él, como individuo, frente a la injusticia y el desorden social; glorificación que ya se lee en el siglo XV en los títulos mismos de ciertas obras, como la de Giannozzo Manetti (1396-1450): “De la Dignidad y Excelencia del Hombre”; o en la obra de Pico della Mirándola (1463-1494): “De la Dignidad del Hombre”.

Por su parte, Erasmo de Rótterdam (1469-1536), escribía su “Elogio de la Locura”, en el cual se burla de la ignorancia monacal.  Y de Tomás Campanella (1568-1639) tomamos el pasaje: “Oh, cuán inmenso poder.  El hombre piensa, piensa”[1].  Diciéndolo como la luz que se contrapone a la oscuridad del medioevo.  Así, el sentido ateísta de que el ser humano es Dios mismo, se glorifica.

El Renacimiento va a tener entonces como fundamento filosófico; como concepción del mundo; al Humanismo, en tanto materialismo panteísta.  Como bien lo dejó asentado Ulrich Von Hutten (1488-1523), al calificar a los escolastas como “hombres incultos” (obscurorum virorum; hombres oscuros)[2] la lucha de los humanistas será contra la ignorancia, a lo cual se refirió con la idea del “oscurantismo”.  En contraposición a éste, poco más tarde; durante los ss.XVII-XVIII; en el último momento del rompimiento con el medioevo y todos sus resabios; por la misma razón, tendrá lugar el período llamado “Iluminista”, o propiamente, como lo explicara Kant, “de la Ilustración”.

Y estos pensadores serán precisamente, miembros de esa burguesía naciente y revolucionaria luchando contra el sistema feudal poniendo en juego no sólo su libertad, sino su propia vida.  En la Italia renacentista, ya desde el siglo XIV se inicia el desarrollo del capitalismo, lo cual se evidencia por Josef Polisensky cuando nos da el dato de que “la primera rebelión de trabajadores asalariados conocida en la historia estalló en septiembre de 1343 en Florencia..., y dos años más tarde estalló en esa misma ciudad la primera huelga...”[3].  Poco después tiene lugar en Francia la sublevación campesina de la Jacquerie, en 1358, o el levantamiento de los artesanos y pequeños comerciantes de París en 1382; y un año antes, en 1381 en Inglaterra, se da el levantamiento campesino dirigido por Wat Tyler[4].  En este ambiente, los Humanistas eran los intelectuales de esa burguesía revolucionaria, frente a los clérigos, intelectuales por su parte, de la nobleza feudal.

Ejemplo notable de estos intelectuales de la burguesía revolucionaria que luchaba por establecer su propio régimen económico-social, son: Nicolás de Cusa (1401-1464), sosteniendo la misma idea de Eriugena; Leonardo de Vinci (1452-1519), que interesado en los problemas de la teoría del conocimiento, rechazaba la teoría de la “doble verdad” (teológica, y científica), afirmando que la verdad es una: la científica; Nicolás Maquiavelo (1469-1527), que en El Príncipe, aporta en general la teoría del nuevo Estado; Jean Bodino (1530-1596) y sus Seis Libros Acerca de la República, así como Albérico Gentile (1551-1611), Hugo Grocio (1583-1645), y Thomas Hobbes (1588-1679), en su Leviatán, que le darán un particular lugar al Derecho y a la teoría del “Contrato Social”, como forma de coacción del ser humano, pues para este último por ejemplo, el ser humano en su estado natural está en permanente guerra de todos contra todos porque es “malo por naturaleza”; John Locke (1632-1704), en su doctrina del Estado y el Derecho que emanaba de la experiencia de la segunda revolución burguesa; la revolución burguesa de Inglaterra de 1648, un siglo después de la primera revolución burguesa dirigida por Guillermo de Orange, que da lugar a la independencia de Holanda; establece la idea del paso del estado natural al estado cívico con la administración estatal dividida en tres poderes, para preservar la libertad y la propiedad; luego Charles de Montesquieu (1689-1755), basándose en el principio del “Derecho Natural” (de que el Derecho es inherente a la naturaleza humana, y de ahí su imperfección), establecerá en El Espíritu de las Leyes, de manera más elaborada la idea de Locke acerca de la forma de gobierno en tres poderes; y Jean Jaques Rousseau (1712-1778); poco antes de la tercera y definitiva revolución burguesa que establece un nuevo orden de cosas, la Revolución Francesa de 1789; culminará para la burguesía esa teorización, en sus planteamientos del Discurso Sobre el Origen y los Fundamentos de la Desigualdad entre los Hombres (1755), y del Contrato Social (1762), pero ahora sobre la base de que el ser humano es “bueno por naturaleza”.

La burguesía anglo-sajona del norte de Europa, más progresista que la burguesía latina conservadora de la parte sur, va a romper el control papal feudal con el movimiento de la Reforma de Martín Lutero (1483-1546), no obstante éste un antihumanista.  Tal Reforma tuvo sus antecedentes en la revolución husita, en los años veinte del siglo XV en Bohemia; revolución cuyo nombre se tomaba de su dirigente Jan Hus (1369-1415), muerto en la hoguera; y las luchas campesinas dirigidas por Tomas Müntzer (1490-1525) que favorecieron a su vez esos avances del nuevo régimen económico-social, tuvieron en su momento su Contrarreforma y su intento de “vuelta al oscurantismo” con el religioso Concilio de Trento de 1545 a 1563 (en los tiempos de Bodino y Hobbes)

Pero a la par, incontenible, la ciencia acerca de la naturaleza se abría paso desde Paolo del Pozzo Toscanelli (1397-1482), Gutemberg (1400-1468), Leonardo Da Vinci (1452-1519), Pietro Pomponazzi (1462-1524), Nicolás Copérnico (1473-1543), Paracelso (1493-1541), Bernardino Telesio (1509-1588), Patrizzi (1529-1597), Servet (1511-1533); éste condenado a la hoguera ya no por los católicos, sino por los protestantes calvinistas; Vesalio (1514-1564), Tycho Brhae (1546-1601), y Johann Kepler (1571-1630), como los más famosos entre otros muchos (como Peurbach, Regiomontano, Tartaglia, Cardano, et sig) en un explosivo desarrollo científico-tecnológico, hasta Galileo (1564-1642), entre otros muchos como, Helmont (1577-1644), Harvey (1578-1657) o Torricelli (1608-1647), y más en esos siglos XVII y XVIII de la Ilustración, ya más lejanos en el tiempo al acoso de la Santa Inquisición y la intolerancia calvinista.

Así nació el Humanismo, estos son los verdaderos Humanistas; ellos, con el materialismo filosófico y el ateismo en una mano, y la ciencia en la otra, lucharon contra el mundo teológico medieval oscurantista que en su misticismo (en su idea del “misterioso” camino para llegar a Dios) despreciaba al ser humano, simple cuerpo hecho carne, para sacar de él en calidad de prisión, al alma, “la verdaderamente digna de Dios”.


* Güelfo, partido burgués aliado del Papa en contra de los gibelinos, señores feudales.  Los Güelfos se dividían a su vez en “güelfos negros”, los más radicales en contra de la nobleza, y los “güelfos blancos” o moderados.
[1] Otahalova, Jirina; et al; El Humanismo; en, Chadraba, Rudolf; “Renacimiento y Humanismo”; Editorial Cartago, Enciclopedia Popular Nº10; Buenos Aires, 1965; p. 77.
[2] Ibid. p.86-87
[3] Polisensky, Josef; et al; La Italia del Renacimiento y la Europa de esa Época; en, Chadraba, Rudolf; “Renacimiento y Humanismo”; Editorial Cartago, Enciclopedia Popular Nº10; Buenos Aires, 1965; p. 24.
[4] Dynnik, M.A, et al; Historia de la Filosofía; Academia de Ciencias de la URSS, Instituto de Filosofía, Editorial Grijalbo, México, 1968; t.I, p.261.

No hay comentarios:

Publicar un comentario