sábado, 1 de enero de 2011

La Teoría del Humanismo Ante la Exopolítica.


La Teoría del Humanismo

Ante la Exopolítica.

Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
"Identificados", revista de Exopolítica.
http://identidadexopolitica.blogspot.com/
La Tierra: ≈19ºφN, 99ºλW; sep 09.

En el artículo “Teoría del Humanismo” (en tres entregas), en su extensión, propio del campo exclusivo de la filosfía, lo complementamos ahora con este otro, sobre ese planteamiento acerca del Humanismo frente a la Exopolítica.

Resumiendo aquel artículo anterior, consideraremos que el Humanismo es propio ya del Renacimiento, si bien surge hacia el final de la Baja Edad Media, y que su esencia, en tanto desplaza al teocentrismo y pone al ser humano ahora en su lugar y así, en el centro de todo su pensamiento como la dignificación de sí, para sí, y ante sí, es, por definición, el ateísmo, y con él, la ciencia ilustrada.

Pero ese ateísmo, en  una concepción materialista mecanicista propia de los siglos XVIII a XIX, si bien es una negación absolutista hasta del concepto mismo; con el surgimiento del materialismo dialéctico a partir de mediados del siglo XIX, se presenta –decíamos ya en el artículo sobre el tema del Humanismo en general– un problema de la más profunda sutileza filosófica: el de un ateismo que sólo lo es, respecto de la pretendida realidad de un Dios metafísico; es decir, más allá de nuestra realidad física; de un Dios como “entidad real” en un mundo sobrenatural denominado “Reino de los Cielos”; pero no de un “Dios” como concepto, y de ese concepto, como mera contribución histórico-cultural.  Es decir, que para este materialismo ahora dialéctico, el concepto abstracto de Dios, desempeña un papel fundamental en la historia de la cultura; por él, finalmente, el ser humano ha de ser Dios mismo.  O, dicho inversamente, que Dios ve en el ser humano, su creatura (aún en esa consideración abstracta), su propia realización, aquello por lo que Él mismo es, como un Dios real.

Ahora bien, dado ese planteamiento, cómo opera frente a la exopolítica, entendiada ésta como la consideración de la posibilidad de vida inteligente en el Universo y del encuentro de la especie humana con otra civilización no-humana.

A ese problema se le han dado dos soluciones generales posibles: 1) la metafísica, mística o esotérica, que postula que tales seres no-humanos son, de hecho, seres divinos, y la humanidad encontrará en ellos su propia salvación; y, 2) la humanista, que por su parte postula que, independientemente del superior desarrollo científico-técnico que esa otra civilización no-humana pudiera tener, reflejo del desarrollo de su inteligencia, el ser humano ha de estar frente a ellos con la mayor dignidad de sí y para sí, ante ese otro ser.

El encuentro no ha de ser, pues, el de un cuerpo humano envilecido cuya alma necesita ser redimida por los dioses; sino el del ser humano-Dios, frente a dichos dioses.

Para el metafísico ello suena a una gran blasfemia que ofende a los dioses mereciendo la reprobación de éstos; y en consecuencia, aquellos que lo hagan seguramente no serán “elegidos” (no irán al infierno, simplemente serán dejados en esta misma dimensión en la Tierra).  Para esta corriente metafísica, el ser humano se hará un ser cósmico, en la medida en que éste sea salvo en una nueva dimensión (concepto que suple al de “Reino de los Cielos”).

Para el humanista, como sociedad humana, no cabe humillación ni sumisión alguna ni ante nada ni ante nadie, que quiebre su integridad y dignidad, sin importar que su existencia misma le vaya en juego.

Bajo tales condiciones, para el planteamiento metafísico, el encuentro de la civilización humana con otra civilización diferente a la que deifíca, bien puede ocurrir de manera individual, o a lo más, por pequeños grupos religiosos, esotéricos o mísiticos.  Ello es exclusivamente asunto de tributar su pleitecía a un ser que reconoce como superior, y dejarse llevar a un mundo de paz y bienaventuranza.  Por el contrario, para el humanista, el encuentro con otra civilización diferente a la nuestra, presupone, para hacerlo en las mejores condiciones, no sólo la identidad del ser humano consigo mismo; esto es, abolir en su propia sociedad toda diferencia; sino el fijarse un propósito trascendente como humanidad.  Quizá ello no ocurra antes del encuentro mismo, pero sin duda, el mismo operará, e involuntariamente, como detonante de esa conciencia de sí, y dará lugar al proceso de su toma de conciencia para sí.  Mientras que para el planteamiento metafísico es “dejarse llevar”; para el planteamiento humanista, se enfrenta, así, uno de los más serios y complejos problemas al que se haya enfrentado la humanidad en toda su existencia[a].

Para el planteamiento humanista, la posibilidad de este encuentro tiene como condición primera de toda condición, precisamente, la conciencia de esta discusión; de donde se sigue, entonces, que la Exopolítica ha de ser una condición de necesidad para garantizar las mejores posibilidades de encuentro (tanto más complejo éste, cuanto más dividida esté la humanidad en cualesquiera de sus aspectos, económicos, sociales, etnicos, políticos, o morales).

Así, el Humanismo ante a la Exopolítica, es, pues, el de esta disciplina de conocimientos como una condición de necesidad en el desarrollo humano mismo; cuanto más pronto se avance en los tópicos de esta disciplina de conocimientos erigiéndola en ciencia misma, tanto más pronto no sólo la condición humana avanzará, sino que, en esa medida estará mejor preparada para su encuentro con otra civilización[b], potenciando a su vez su evolución.

La Exopolítica, como todas las ciencias, enfrenta dos tesis generales contrapuestas en la solución de su objeto de estudio; ambas han sido aquí expuestas en torno al problema de la posibilidad de la existencia y encuentro con otra civilización, como objeto de estudio.



[a] Existe la variante de que tales encuentros ya hayan ocurrido en otras épocas de la historia humana misma, justo cuando inevitablemente esa otra civilización tuvo que ser confundida con verdaderos dioses dado el escaso desarrollo científico-técnico de la sociedad humana; por lo que, entonces, ello no representó el problema que hoy lo es, desde el punto de vista humanista.
[b] El enorme riesgo está pareciendo ser, el que tal encuentro no sólo se de antes de esa capacidad humana para reorganizarse, sino el que incluso tal encuentro ya se esté desarrollando, y que, en consecuencia, esté ocurriendo en las esferas del poder (y en la extraña mezcla que ocurre en ello entre poderes formales y poderes fácticos); lo que, exopolíticamente, imprime una variante enormemente importante en el problema, lo que revela que, probablemente, tal encuentro traiga más efectos negativos que positivos a la especie humana.

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