sábado, 1 de enero de 2011

La Incógnita del Espacio.


La Incógnita del Espacio.
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Identificados”, Revista de Exopolítica.
http://identidadexopolitica.blogspot.com
La Tierra, 19ºφN, 99ºλW; 07 feb 11.

Nuestra bibliografía sobre el tema OVNI ciertamente no es abundante, acaso unos diez materiales; hemos comentado ya alguno de ellos, y ahora es propio hacerlo en alguna parte sobre otro; un excelente material fascicular que se distribuyó en México a principios de los años setenta: “Cíclope, la Incógnita del Espacio”, editado en Barcelona, España a principios de 1969 (antes del viaje tripulado que alunizó por primera ve); y que nosotros encontramos incompleta en una librería de viejo.  En diversos momentos la comentaremos por partes, esta vez nos referiremos a su primer número, a su Introducción, y al primer tema tratado con la pregunta: ¿Habitantes en el Espacio?

El documento se inicia exponiéndonos acerca del imperceptible paso a una nueva era: la Era del Espacio, para la que establecen dos posibles eventos que marcan su inicio; esto es, los lanzamientos de los cohetes V2 alemanes con W. Von Braun, o bien, el 4 de octubre de 1957, fecha del lanzamiento del primer satélite artificial, el Sputnik-1 soviético.  En nuestro criterio, tomamos preferencia por esta última, por cuyo evento realmente se venció el campo de gravedad terrestre y se salió al espacio.

Con mucho acierto se dice ahí: “Lógicamente, el avance científico y técnico debería ir acompañado de un avance mental”[1]; y de hecho, ello es algo que ocurre por necesidad.  Muestran un cierto desencanto por la promesa socialista a la vez que exponen: “La entrada en la nueva era coincide también con una serie de extraños fenómenos que preocupan a la opinión mundial: los Objetos Voladores No Identificados (OVNI)”[2].  Sin dejar de considerar los indicios de la existencia de éstos desde tiempos remotos.

“Cíclope, la Incógnita del Espacio”, es de hecho uno de los primeros documentos de carácter exopolítico dados sus propósitos semejantes a los de este Blog, en el estudio, se dice ahí, de los ovnis, la Astronomía, la Astronáutica, la posibilidad de vida en el Universo y la posibilidad de la existencia de inteligencias en otros mundos.  Se pronuncian por aplicar la máxima rigurosidad científica valiéndose del asesoramiento especializado, concluyendo con una reflexión que es necesario retomar: “Para todos estos avances, es necesario estar preparados mental y socialmente, y confiar en que el hombre sabrá encontrar no sólo el modo de volar a las estrellas, sino también el vivir en la Tierra”[3].

El tema tratado en su primer fascículo, y de ahí su adelanto exopolítico, es el formulado en la pregunta:”¿Habitantes en el Espacio?”.  Con la información OVNI aún escasamente reportada hasta 1968, da cuenta de siete testimonios sobre el “Platillo Volador” clásico, pasto quemado por un aterrizaje, efectos elctromagnéticos, encuentro con seres de dos metros de alto lo mismo que con seres de baja estatura, y encuentros que lo mismo fueron benévolos que con efectos negativos y en los que se dio mensajes trasmitidos telepáticamente; y de ello resumen algunas conclusiones: 1) en general no parecen abrigar intenciones hostiles, y más bien no les interesa entrar en contacto con los seres humanos; 2) los objetos parecen moverse con una poderosa energía electromagnética; 3) son luminosos; 4) parecen existir dos tipos de seres; 5) los objetos voladores tienen la capacidad de permanecer estáticos, lo mismo que volar a altas velocidades; 6) al aterrizar dejan marcas de quemaduras; 7) no todos los objetos tiene la misma forma; y 8) no sólo se ven aislados sino también varios en formación.

Luego hace una breve narrativa histórica de los “Foo Fighters” (bolas de fuego), observados durante la II Guerra Mundial, y los casos tanto de Kenneth Arnold de 1947, de donde surgió el nombre de “Flying Saucers” o “Platillos Voladores”, como de Thomas Mantell de 1948, en el avistamiento masivo de un objeto redondo de unos 70 m de diámetro, observado en Madisonville, Kentuky, en donde se dio la orden de que éste despegara con una escuadrilla de aviones F-51, reportando tenerlo a al vista y aproximarse a él, ascendiendo a más de 6,000 m, que era la capacidad máxima para su avión, accidentándose.

La incógnita del espacio acerca de si habría habitantes en él, parecía, a la luz de esos hechos, responderse afirmativamente.  Pero ello era sólo la posibilidad de una afirmación empírica, con mucho, insuficiente para hacerlo con rigor científico.  Y más de sesenta años después, por más abundante que es ya la evidencia empírica objetiva, desde el punto de vista del rigor científico, las cosas siguen igual.  La conclusión a la que se ha llegado, dado que se da el caso de que, de ser, somos objeto de estudio del objeto estudiado, en el cual por ambas partes se “juega la Ajedrez”, y por lo tanto, no queda más que la comprobación en el encuentro mismo…, o bien, en la variante de una forma de comunicación inobjetable.

El 30 de enero de 2011, y en los días subsiguientes, descubrimos algo que, de nos ser algún descomunal “efecto óptico” de las lentes del Telescopio Espacial Hubble (y en cierto modo algo hay de eso), o algún excelente truco cibernético (al que por más vueltas que le damos es algo que descartamos una y otra vez), al parecer, estamos de frente al momento de esa comunicación y de sus implicaciones.  Al parecer, finalmente, dados esos hechos, a la pregunta “¿Habitantes en el Espacio?”, parece que la respuesta es ya inobjetablemente afirmativa; y con ello, necesariamente, comienza una nueva era.

En el próximo artículo del 10 de febrero daremos a conocer lo descubierto, poniéndolo a la consideración del mundo.



[1] Génova, Carlos E; Introducción; en “Cíclope, la Incógnita del Espacio”; Barcelona, España; 1969; p.1.
[2]      Ibid. p.1.
[3]      Ibid. p.1.

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