sábado, 1 de enero de 2011

Los “Trascendors”, y Qué con Londres.


Los “Trascendors”, y Qué con Londres.
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Identificados”, Revista de Exopolítica.
http://identidadexopolitica.blogspot.com/
La Tierra, ≈19ºφN, 99ºλW, 3 feb 11.

La importancia de la verificación de una hipótesis, está en su repetición, porque querrá decir que la ocurrencia de un caso no habrá sido fortuito y felizmente coincidente con lo previsto.  De ahí las predicciones de Stanley Fulham en diciembre, respecto a sucesos a esperar en enero, que se pudiera aceptar para el primer caso en Moscú (con cierto retraso), pero que no se cumple para Londres.  En este caso, no hay manera de consolidar un supuesto hipotético.

El problema sigue siendo, pues, qué interpretar, por dónde asir el problema.  En principio, lo que se puede percibir, es, en ese sentido hipotético, un paulatino acercamiento.  La corroboración de lo predicho por Fulham, hubiera establecido un antecedente muy firme, lo cual a la vez hubiera significado un paso adelante muy grande en dirección del contacto y encuentro; de manera que el “fallo” bien pudiera haber sido deliberado en ese procesote preparación.

Por lo tanto, la pregunta puede redirigirse a qué tanto estamos o no preparados los seres humanos para tal encuentro; y resulta evidente que no, que estamos realmente muy lejos de estar preparados para tal hecho.  Y justo ello es lo que puede estarse midiendo y evaluando con estas experiencias.  Por lo tanto, la no verificación de la predicción, no elimina una posible realidad, sino sólo invita a entender la complejidad del problema.

De ya casi 7000 millones de humanos, ni la geografía, ni sus culturas, ni su naturaleza étnica, los divide y separa; pero a los pueblos del mundo no sólo sí los separa y divide la política en poco más de 200 Estados Nacionales, sino que también los divide y separa su agrupación en torno a dos o tres Tratados Económicos Internacionales, lo mismo que los divide y separa, y quizá más profundamente aún, esa parte de la cultura de los pueblos, que es la religión.  El problema de la religión no sólo es esa institucionalidad adicional que divide y separa, sino de esa forma de la ideología que lo hace sobre la base de la fe, es decir, de la creencia (lo opuesto a la reflexión del pensamiento lógico) en un mundo sobrenatural al cual de antemano se rinde y se entrega en la más total y absoluta sumisión; lo cual implica la imposibilidad del raciocinio en el entendimiento entre los pueblos.

La humanidad, en ese aspecto de la creencia, no obstante también ha evolucionado, del teísmo absoluto dado en la Edad Media donde el ser humano sólo era la prisión del alma y algo digno de darse al despojo; al panteísmo, como una forma de transición al reconocimiento de la importancia del mundo material; para pasar de ahí al deísmo del período ilustrado, en el cual, sin dejar de reconocer la divinidad, ésta se deja de lado en el campo de la interpretación científica de la realidad; para, finalmente, desde comienzos del siglo XIX, llegar al ateísmo, en un principio en formas radicales de negación absoluta hasta del concepto de Dios, para llegar a fines del siglo XX como una negación del mundo sobrenatural, si bien con un reconocimiento del concepto de Dios como aporte de la cultura y como tal con una función importante semejante al de la utopía como el ideal para el conjunto de las sociedades.

En cifras, se calcula que: a) el Cristianismo es de 2,100 millones; b) el Islam, 1,800 millones; c) Budismo, 1,600 millones; d) el Hinduismo, 900 millones; e) Taoísmo, 400 millones; luego siguen unos quince rubros religiosos de 10 millones en promedio.  En total, en general, todo ello suma más de 6,800 millones.  Si se suma la población ateísta de 1,100 millones, esa suma rebasa el calculo de la población mundial, por lo que las cantidades podrían reducirse proporcionalmente.  En general, la población mundial religiosa deberá ser de unos 5,600 millones, que, más la población ateísta de 900 mil a 1000 millones, ya suman el total de 6,600 a 6,700 millones de los habitantes actuales del planeta.

Y lo más grave no es la división entre teístas y ateístas, sino la fragmentación y separación entre los teístas mismos que los lleva a rivalizar y a confrontarse en guerras con pretextos religiosos.  Es en ese sentido que las religiones se convierten en negación de lo humano mismo.  El ateísmo puede tolerar a las más diversas formas de teísmo, pero éste no es capaz de tolerar no sólo al ateísmo, sino incluso a otras formas distintas de la fe religiosa.

Así, entre los humanos tenemos serios problemas de relación y entendimiento forzado por pocas y diversas instituciones, pero habrá que considerar aún más, lo que a ese respecto consideran las otras posibles civilizaciones con las que entremos en contacto.  Un pensamiento metafísico, místico y esotérico, una religiosidad entre ellos distinta a toda otra entre los humanos, ya podrá quizá unificar a la diversidad de religiones existentes entre nosotros; pero una religiosidad que resulte idéntica a alguna de las humanas, resultará devastador en todo sesos casos no sólo para el ateísmo (para el que resultaría sólo en un pensamiento histórica y trágicamente equivocado, pero filosóficamente superable), sino, con más fuerza aún, sería devastador para el resto de las religiones (para las cuales no sólo habrá un pensamiento histórico y de escritura sagrada equivocada, sino, por ello, un rechazo divino, filosóficamente insuperable).

Se puede concluir, que si de algo debe prescindirse en las relaciones humanas, y más aún en las de éstos con otras civilizaciones, es de las creencias religiosas.  Pero, a la vez, que si algo está dominando en el escenario de un posible encuentro, es justo incluso, la deificación del otro: y ello no es mas que el humano haciendo despojo de sí mismo ante el que considera un ser no sólo superior, sino venido de un mundo sobrenatural en el concepto de “otra dimensión”.  Antes que afirmarse como humano con plena conciencia de sí ante el que le es diferente, está apuntando a ser su propia negación, y, por definición, sin razón de ser.  Y quien no es con dignidad razón de ser para sí mismo, menos lo será para el otro, que hará de él, el despojo que en sí sea.

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