jueves, 31 de marzo de 2011

Destino: La Eternidad. Los Satélites Rusos Vistos Donde los Hicieron.

Destino: La Eternidad.  Los Satélites Rusos Vistos Donde los Hicieron.
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Identificados”, Revista de Exopolítica.
http://identidadexopolitica.blogspot.com/
La Tierra, 1 (φN, λW); 31 mar 11.

“En 1903 un sabio visionario llamado Tsilokovski escribió un trabajo titulado “El Cohete en el Espacio Cósmico”…  Cinco años después en 1908…, nació… Leonid Sédov…, su sueño…: Querían disparar un cohete con destino a la eternidad y abrir a la humanidad, de una manera definitiva, el camino a las inmensidades cósmicas.  Lo lograron el 2 de enero de 1959”.

Así comienza Juan Miguel de Mora, periodista corresponsal en Moscú, la redacción del libro, “Destino: La Eternidad.  Los satélites rusos vistos donde los hicieron”, redactado entre enero y marzo de 1959.  El título de su trabajo surgió de una plática casual con el editor de la Academia de Ciencias de Leningrado, que al conocer el propósito del periodista de recabar información para hacer un libro sobre los spútniks, dijo: “Los spútniks son en última instancia consecuencia directa de la condición humana…,  él señaló la estrellada inmensidad celeste, agregando: ¿sabe usted lo que es eso?  No entendiendo su idea, el periodista miró desconcertado a las estrellas, pero el Editor de la Academia de Ciencias no esperó la respuesta, y con acento terrible dijo: eso, es la eternidad.  Y para allá vamos.  Ese es el destino del hombre…”.

Su propósito era entrevistarse con Leonid Ivanovitch Sédov, conocido en el mundo como El Padre del Sputnik, el cual, apenas en 1959, decía: “No hay ninguna dificultad técnica ni teórica para construir en el espacio un satélite artificial con capacidad para varios seres humanos.  Es algo bastante posible y realizable.  El problema consiste en proteger al hombre de los rayos cósmicos y de otras radiaciones peligrosas para el ser humano y en resolver el regreso del satélite, lo cual creo que podrá solucionarse en un futuro no lejano”.

El periodista Juan Miguel de Mora, Corresponsal en la URSS para Editorial Latino Americana, México; en entrevista con Leonid Ivanovitch Sédos, el creador del Spútnik, con el encargo de recabar información para hacer un libro sobre la temática de los satélites en la Unión Soviética; Moscú, 1958.

Ya el primer Sputnik descubrió el campo magnético que protege a la Tierra de esa radiación.  Fue lanzado al espacio el 4 de octubre de 1957, convirtiéndose en el primer satélite artificial de la Tierra; al fin, la palabra Sputnik, eso es lo que quiere decir: “Satélite”.

El 17 de agosto de 1933, en la Unión Soviética se lanzaba el primer cohete de retropropulsión que alcanzó una altura de 4,500 m y aterrizó en parecidas.  Tenía apenas un diámetro de 16 cm, y una longitud de 2,4 m y unas alas de 6.3 cm, pesando 20 kg, más 4.25 kg de combustible para 12.5 seg, a una velocidad de 290 m/seg.  Allí comenzó, para la Unión Soviética, la era espacial, que cristalizó con el lanzamiento y puesta en órbita del primer Sputnik, que tenía forma de una esfera de 58 cm de diámetro y pesaba 86.6 kg.

Juan Miguel de Mora entrevistó a Boris Vasilievich Kukarkin, Vice-Presidente del Consejo Astronómico, y Vice-Presidente de la Unión Astronómica Internacional.  A la pregunta de: “Dese el punto de vista físico, geográfico y cósmico, ¿cuáles son los mayores obstáculos que tiene el hombre para viajar al espacio?”, la respuesta fue: “Los obstáculos son solamente técnicos…”, alcanzar la segunda velocidad cósmica: los 11.2 km/seg.  Los primeros tres spútniks alcanzaron sólo la primera velocidad cósmica, de 8 km/seg.

Boris Vasilievich Kukarkin,entonces Vicepresidente del Consejo Astronómico de laURSS y de la Unión Astronómia Internacional, entrevistado por Juan Miguel de Mora, Moscú, 1958.

En la cuarta de cinco preguntas, De Mora preguntó: “¿Hay seguridad de que no existen formas de vida en la Luna?”, a lo que Kukarkin respondió: “No hay seguridad, soy muy cuidadoso y no quiero afirmarlo.  Sólo puede decirse que ningún organismo de los que viven en las condiciones e la Tierra podría vivir en la Luna sin equipos especiales.  Pero eso no quiere decir que no haya otras formas de vida distintas con los restos de su atmósfera.  En general los sabios no creen que haya formas de vida desarrolladas.  Puede ser también que existan organismos que vivan sin oxígeno, pero todo es fantasía, sin relación con la ciencia.  Por ejemplo, el sabio académico Fesenkov afirma que no hay vida en la Luna.  Pero yo tengo mis dudas…  Afortunadamente, los hechos nos demuestran que de esa duda saldrá directamente nuestra generación”.

El 3 de noviembre de 1957, un mes después del primer lanzamiento, se hacía el del segundo Sputnik, que esta vez llevaba experimentalmente a la perra Laika.  Y el 15 de mayo de 1958, fue lanzado el tercer Sputnik, que –redacta Juan Miguel de Mora–…, “abrió camino para el disparo a la eternidad que se haría el 2 de enero de 1959, el décimo planeta, que girará en torno al Sol durante millones de años”.

Finalmente, Juan Miguel de Mora consiguió su objetivo final: entrevistar al “Padre del Sputnik”, Leonid Sédov.  Le hizo nueve preguntas, ocho de ellas sobre aspectos técnicos, pero en la novena y última pregunta hubo un ligero giro: “¿Cuáles considera usted que son los alcances del lanzamiento del cohete cósmico en dirección a la Luna, convertido en planeta artificial?”, a lo que Leonid Sédov respondió con suma sencillez: “Me parece que los vuelos cósmicos van a influir enormemente en el desarrollo de la técnica y a crear una atmósfera favorable en las relaciones entre los pueblos”.

A esa respuesta, Juan Miguel de Mora hizo un comentario posterior en su libro aquí comentado, más extenso que aquella sencilla respuesta, ameritado, no obstante, por la profundidad que encerraba la misma:

“Los vuelos cósmicos –redactó Juan Miguel de Mora en aquellos primeros meses de 1959– mejorarán, en efecto, las relaciones entre los pueblos de la Tierra, porque darán solidez al sentimiento de unidad terrestre frente a la posibilidad de otros tipos de vida en el Cosmos.  Estamos marchando, a grandes pasos, hacia el momento en que la lógica reclame por fin sus derechos y la única patria del hombre sea la Tierra.

Uno de los hechos que más contribuyeron a crear la conciencia de la patria, era que el hombre, al viajar, encontraba otros pueblos con distintos idiomas, diferente indumentaria y costumbres diversas, lo que de manera natural le llevaba a evocar los suyos, para él llenos de recuerdos.  Pero todas esas diferencias son nada en comparación a las que pueden existir entre nosotros y otras formas posibles de vida en el Sistema Solar, de tal manera que pronto el hombre sentirá, con justicia, que en cualquier lugar de la Tierra está su patria.

Los vuelos cósmicos modificarán radicalmente muchos conceptos y llegará el día en que el verdadero suelo natal del hombre se identifique no ya por una bandera o por un himno sino por ser el medio natural de nuestra especie, el medio físico para vivir.

Y cuando eso ocurra, la patria de cada ser humano no será un fragmento de la superficie de nuestro planeta, sino todo él y los pueblos de la Tierra se verán entre sí como hermanos frente a los desconocidos abismos del Cosmos”.



1 comentario:

  1. Muy interesante el artículo sobre Juan Miguel de Mora, Como conseguiste el libro, un saludo desde Tampico. Augusto Cruz

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