lunes, 28 de marzo de 2011

Protocolo Exopolítico (1/)


Protocolo Exopolítico (1/)
Dr. Luis Ignacio Hernández Iriberri.
“Identificados”, Revista de Exopolítica.
http://identidadexopolitica.blogspot.com/
La Tierra; 1 (φN, λW); 28 mar 11.

Introducción.

La palabra “Protocolo”, no es otra cosa que decir elegantemente: “Procedimiento”; en ese sentido, es un conjunto de pasos dirigidos a  algo.  Si de lo que hablaremos aquí es del “Protocolo Exopolítico”, a lo que ello se refiere, es al conjunto de pasos a seguir, dirigidos a establecer el encuentro con una civilización no-humana.

Dicho así, pudiera parecer simple, pero cuando se empieza a considerar, como algo necesario a considerarse, toda una serie de supuestos posibles como de implicaciones y consecuencias, dicho protocolo se convierte en algo sumamente complejo, incluso, que no puede plantearse como un procedimiento único, sino con una diversidad de variantes posibles, con tantas alternativas, como las variantes previsibles en la naturaleza de esa otra civilización, en función de un único principio: en razón de un hogar digno de ser protegido cuidadosamente; esto es, que, en otras palabras, ese es el fin de la Exopolítica, una de cuyas tareas primordiales, es precisamente establecer ese Protocolo Exopolítico con todas sus variantes posibles.

En la capacidad humana para desarrollarse y perpetuarse como especie, podemos descubrir los primeros elementos de ese Protocolo.  Cualquier otra civilización, particularmente si ésta se considerase más avanzada que la nuestra capaz de establecer comunicación con nosotros, tendría que haber resuelto necesariamente no sólo su conciencia en sí, la conciencia de su propia identidad, sino, esencialmente, su conciencia para sí, esto es, en su destino a la eternidad, sus propósitos tanto inmediatos, como lejanos.

Así, tenemos que plantearnos no sólo cuál es el grado de su propia unidad, sino, principalmente, cuáles serían los propósitos, tanto a corto plazo o tácticos; como a largo plazo, o estratégicos.  Pero, de la misma manera, ello nos lo debemos plantear respecto de nuestra civilización misma.  En el caso de ser encontrados por otra civilización, es del todo evidente –hemos dicho ya en otra parte– que por lo menos se dan dos escenarios posibles con una diversidad de ulteriores variantes: 1) enfrentar la situación como una sociedad humana única, independientemente de nacionalidades o características de Estado (lo que no parece factible en corto plazo); o 2) enfrentar la situación como una sociedad humana en conflicto consigo misma, no sólo por diferencias entre Estados, sino, peor aún, por diferencias entre naciones.  Y la historia de los pueblos americanos en su encuentro con la civilización europea, es muy representativa de ese panorama.  El panorama cambia drásticamente, se invierte, de ser nosotros los que encontremos antes a esa civilización en condiciones de menor desarrollo.

Más grave es aún, porque a pesar de depositar la más elevada ética en esa otra civilización inteligente con un mayor desarrollo al nuestro, una especie humana en esa situación de encuentro y bajo esas condiciones de conflicto consigo misma, a la larga, inevitablemente, de manera natural, tendería a su extinción; sería incapaz de trascender con lo mejor de sí, y por lo tanto declinaría, y andando el tiempo, desaparecería.  Por ello, hemos dicho antes en otro lugar, de ahí el absurdo metafísico, de ver en esa otra civilización no-humana el recurso redentor; estando aún por considerarse si a esa otra civilización no-humana le es aplicable nuestra moral y su teorización ética, por más que ciertos rasgos de posible universalidad los vamos expresados en la conducta de otras especies que llamamos inferiores.  Esto es algo que científicamente, aun tendría que demostrarse.

En el análisis de las relaciones posibles, a nuestro parecer, la más esencial es la relación moral.  Lo primero, es que la especie humana posee esa noción de lo moral; y lo segundo, que, por lo tanto, tiene que discutirse si esa relación moral puede ser respecto de esa otra especie animal de inteligencia inferior.  Paralelamente, una civilización de inteligencia superior a la nuestra, para empezar, quizá no necesariamente posea una noción de lo moral; y segundo, de poseerla, quedaría analizar: 1) si esa noción moral puede ser respecto de nuestra especie, y, 2) de serlo, cuál sería su norma de costumbre en relación con nosotros (pues una limitación será antropomorfizarla).

Y esto es sólo una de las partes de mayor complejidad del protocolo, pero, antes, habrán de resolverse aspectos básicos en relación con la comunicación y naturaleza del mensaje.  Como humanidad, hemos enviado mensajes terrestres en materiales corpóreos al Cosmos tanto en la nave Pioneer, de 1972, como en las naves Voyager, lanzadas en agosto y septiembre de 1977;  luego se han enviado mensajes en radioseñales a distintos puntos del Universo, y asimismo se han buscado y esperado radioseñales provenientes del mismo.

Pero, también, en esos supuestos necesarios, hay varia hipótesis respecto a nuestra relación extraterrestre: 1) la Hipótesis de la Contemplación, frente a civilizaciones que quieran permanecer ocultas; 2) la Hipótesis Ecológica, de la no-interferencia; 3) la Hipótesis del Horizonte Mental, por la que son civilizaciones muy avanzadas, para las cuales los terrestres somos unos salvajes; 4) la Hipótesis de la Inmadurez, por la que quizá exista una red de comunicación intergaláctica, pero a la cual nuestra civilización aún no accede por su escaso desarrollo; 5) la Hipótesis Zoo, somos una civilización preservada por otras más avanzadas; 6) la Hipótesis de la Desconfianza, somos una civilización peligrosa.  Cada hipótesis, pues, presupone un protocolo específico, pues aún, por ejemplo, en la no-interferencia, tendríamos que plantearnos el protocolo de la relación de la no-relación.

Trayendo un pasaje de otro ensayo, hemos dicho que la condición humana, como, en principio la de cualquier otro ser, es la de la libertad.  Pero, ciertamente, especies inferiores cuya inteligencia no ha desarrollado una capacidad tecnológica, en poco o nada distinguirían su cautiverio en un zoológico abierto, de su libertad en un hábitat natural.  Sin embargo, el ser humano, consciente de su propia condición, no puede sino ser libre.  Dicho de otra manera, la humanización del ser humano, el que el ser humano sea un ser humano real, tiene como condición necesaria la independencia y la libertad.  O expuesto en sentido negativo: socialmente, el ser humano no puede entenderse como ser humano, en la sumisión, en la entrega de su voluntad al otro, en rendirse en la pleitesía y la humillación.  Y en la medida que esto se entienda, ello es la medida en la comprensión de la magnitud del problema.  Darse socialmente en esclavitud a un ser superior, sea en inteligencia y desarrollo científico-técnico, o en dominio político, a la larga, acabaría provocando la extinción de esa sociedad y de su especie biológica.

No obstante, cierto es, en esa entrega –decíamos al concluir ese pasaje– pudiera ir contenido el sentimiento genuino de amor al otro al que incluso se puede deificar; y ello será válido, en la medida, y sólo en la medida, de la correspondencia en ello mismo por el otro.  He aquí, la esencia de la exopolítica, y como tal de su consecuencia en la elaboración de un Protocolo Exopolítico.

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